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miércoles, 28 de octubre de 2015

ESTAMPAS de ALDEA. P. de A. COBOS




Estampas de aldea ( Pablo de A, Cobos )


La aldea. ( La Cuesta, Segovia, España )


Iglesia de San Cristobal,  La Cuesta


Pablo de Andrés Cobos según recreación de Detand.



Semblanza de Don Pablo


I .-  LAS VACAS

Inicio del relato, La Garbosa


Imagen del capítulo, La Garbosa


Inicio del relato, El primer domingo de Mayo


Imagen de capítulo, El primer domingo de Mayo


Inicio del relato, El ama del ganado


Imagen del capítulo, El ama del ganado


Inicio del relato, La hora del miedo


Imagen del relato, La hora del miedo


Inicio del relato, Los cinco terneros


Imagen del relato, Los cinco terneros



II .- LOS CHICOS

Inicio del relalo, El tío Catite


Imagen del relato, El tío Catite


Inicio del relato,   Novillos


Imagen del relato,  Novillos


Inicio del relato,  Las vacas del tío Román


Imagen del relato,  Las vacas del tío Román


Inicio del relato,  El maestro que nos hizo llorar


Imagen del relato,  El maestro que nos hizo llorar


Inicio del relato,  Martín y Pablo


Imagen del relato,  Martín y Pablo


Inicio del relato,  Señoritos del pan pringado


Imagen de relato,  Señoritos del pan pringado


Inicio del relato,  La boina de Jorge


Imagen del relato,  La boina de Jorge


Inicio del relato,  La traición del hermano


Imagen del relato,  La traición del hermano


Inicio del relato,  El día  que me quise ahorcar


Imagen del relato,  El día que me quise ahorcar


Inicio del relato, Florencio, o la ingenuidad


Imagen del relato,  Florencio, o la ingenuidad


Inicio del relato,  A nidos


Imagen del relato,  A nidos


Inicio del relato,  En el tejado de la Iglesia


Imagen del relato,  En el tejado de la Iglesia


Inicio del relato,  Yo ladrón


Imagen del relato, Yo, ladrón




III.-  LAS FIESTAS

Inicio del relato,  La matanza


Imagen del relato,  La matanza


Inicio del relato,  El dìa de la función


Imagen del relato,  El día de la función


Inicio del relato,  Los toros de Turégano


Imagen del relato,  Lis toros de Turégano


Inicio de relato,  La boda


Imagen del relato,  La boda


Inicio del relato,  La mojada de lis Santos


Imagen del relato,  La mojada de los Santos


Inicio del relato,  Al amor de la lumbre


Imagen del relato,  Al amor de la lumbre


Inicio del relato,  Nochebuena


Imagen del relato,  Nochebuena




IV .-  LOS PASTORES

Inicio del relato,  Hacia Extremadura


Imagen del relato,  Hacia Extremadura


Inicio del relato,  En la soledad del campo


Imagen del relato,  En la soledad del campo


Inicio del relato,  Farruco


Imagen del relato,  Farruco




LAS TAREAS

V



LA DE LOS DEDOS ROSADOS

Deliciosas madrugadas del mes de mayo. Cuesta trabajillo quebrar el sueño y sacar las piernas al frío de la alcoba. Pero luego, ¡ qué alegremente entran en el ánimo los clarores grises del alba ! Todo el campo abierto es una sonrisa, la sonrisa del amanecer, y el contagioso desperezo de las calles de la aldea se articula en seguida en faena y en canción. Plata y ceniza los llanos y las lomas, luz sin colores, luz sobre el rocío. El día es de plata antes de la aurora. Con pereza, lentamente, abre la Naturaleza sus entrañas, sensible a la caricia. Se disuelve en vaho el rocío de las hondonadas y son columnillas de humo las respiraciones de las vacas. se abren las cijas y los establos, desfilan los hatos por las callejuelas y marchan hacia la dehesa las mansas vacas de labor, con el mugir y el balar, los ladridos de los perros, el repiqueteo de los cencerros y las esquilas, los gritos de los pastores y vaqueros y los de las mujeres en los corrales. ( ... )





LOS PRADOS

Desde primeros de mayo, desde que se suelta la dehesa, no entran las vacas en los prados. en todo caso alguna que está criando, vieja, que necesita cuido especial. Y son vacas con juicio. tan sumamente cuidadosas que empliezan a pacer en la misma entrada, quedándose caballeras en el portillo hasta que haces hueco para las cuatro patas. Como  si comprendieran la barbaridad de asentar las pezuñas sobre el trébol tierno. Mientras no avanzan en el pacer no avanzan en el andar, tan peladita la pradera como si la segaran, y sin permitirse el retozo. Y es verdad que ha de ser un bárbaro quien se atreva a hollar con su planta aquella hermosura de vellón juvenil y florecido que son los prados por el día del Señor. Cuando en mayo  o en junio se han de cruzar se pasa pegadito a las paredes, por entre los álamos, o se siguen las propias pestañas de las regaderas. Y el bárbaro irreverente que atraviesa sin reparo deja allí, doliente y feo, tallos tronchados y flores muertas, el rastro vergonzante de su desvergüenza  ( ... )





LOS SURCOS

Cuando el arquitecto acierta a cortar el espacio; cuando llega a la más perfecta armonía y proporción; cuando logra que las piedras vibren en los arcos y bóvedas; cuando consigue que los muros y los huecos, las fachadas,  los patios y las habitaciones cobren expresión y fisonomía, adquieran  lenguaje; cuando limpia y decora y quita los andamios para que las gentes miren y admiren y gocen la belleza que ha sabido crear... Cuando el escultor saca del mármol la maravilla de las formas ideales y vivifica la estyatua metiendo en ella un trozo o manera de su propia alma... cuando el pinto, borracho todavía, loco, enajenado, ofrece su cuadro por primera vez a la universal contemplación... Cuando el músico recoge en la orquesta todas las emociones y placeres de un amanecer de primavera. (...)


LAS HOCES

Al mismo amanecer, en la esquina de la tierra, comenzando la jornada. El almuerzo a la salida del sol. Sobre el rastrojo se tira la tienda. Cada uno se acomoda como puede en torno al cazuelo. Las mujeres se sientan sobre las piernas, los hombre se tumban sobre el codo, los chicos en cuclillas. Un cazuelo grande llenito de sopas empimentonadas; sobre las sopas los torreznos. No son todos los torreznos iguales; chiquitillos son los nuestros, los de los chicos; pero suficientes para pringar un buen cantero de pan. Un golpecito al barril y a la ducha otra vez.
Los chicos tenemos la tareas más ingratas: ir por agua a la fuente, cuidar  de que se conserve fresca, llevar la cantarilla y el barril a la cabecera de las duchas, estacar las caballerías en la pradera más próxima, llevarlos y traer, engavillar y , en los otros ratos, ducha de un surco solo con ridícula hoz de dientes.  Porque no quieren darse cuenta los mayores de que a los chicos, de veras, no nos gustan mas que las tareas difíciles. (...)





XXX



Perdón por los fallos cometidos, que son sin duda muchos.
Madrid 6 mayo 2016
S.deA.T. . ( Detand )